La conectividad ecológica se centra en mantener y restaurar los vínculos naturales entre diferentes hábitats y paisajes. Se refiere a la capacidad de la biodiversidad de moverse entre áreas protegidas y otros espacios naturales, permitiendo que los procesos ecológicos, como la migración, la dispersión de semillas y la interacción entre especies, se produzcan de manera efectiva. Desde un enfoque de paisajes funcionales, la conectividad ecológica es esencial para detener los procesos de extinción.
La gestión de estos espacios debe contemplar estrategias que integren una visión integral del territorio, que va más allá de criterios ecológicos únicamente, pues las comunidades locales, pueblos indígenas y otros actores están presentes en esos espacios y se debe buscar la armonización de todos los intereses.
La conectividad permite mantener la diversidad genética, contribuye con la recuperación de la biodiversidad, permite la adaptación al cambio climático, facilita el mantenimiento de muchos servicios ecosistémicos, ayuda a garantizar la salud de los ecosistemas y en muchas regiones se ha convertido en zonas prioritarias para la inversión de recursos destinados a la conservación.
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